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viernes, 7 de septiembre de 2012

La joven María abre el camino hacia Jesús



La fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María nos lleva a admirar en María niña la aurora purísima de la Redención. Contemplamos a una niña como todas las demás y, al mismo tiempo, única, la "bendita entre las mujeres" (Lc 1, 42). María es la inmaculada "Hija de Sión", destinada a convertirse en la Madre del Mesías.

Al contemplar a María niña, en este momento, nuestra mirada se dirige a todos los niños inocentes que, en las diversas partes del mundo, son víctimas de la violencia de los adultos. Niños obligados a empuñar las armas y educados a odiar y matar; niños forzados a mendigar por las calles, explotados para obtener fáciles ganancias; niños maltratados y humillados por la prepotencia y los abusos de los mayores; niños abandonados a sí mismos, privados del calor de la familia y de una perspectiva de futuro; niños que mueren de hambre; niños asesinados en los numerosos conflictos que se libran en diversas regiones del mundo.

Es un fuerte grito de dolor de la infancia ofendida en su dignidad. Ese grito no puede, no debe dejar indiferente a nadie. Amadísimos hermanos y hermanas, ante la cuna de María niña, tomemos renovada conciencia del deber que todos tenemos de tutelar y defender a estas frágiles criaturas y construir para ellas un futuro de paz. Oremos juntos a fin de que se creen para ellos las condiciones de una existencia serena y segura. (Escrito por Juan Pablo II)

1 comentario:

Patricia Palleres dijo...

Que el Nuestro Señor bendiga la niñez en todo el mundo!!!